SANTA INOCENCIA

De pequeños nos lo creemos todo.

Mi madre cuando se cansaba de oírme decía que si hablaba más de la cuenta se me gastaría la voz. Eso me dio que pensar, ya que si era cierto me quedaría mudo antes de morir. Estuve durante varios días hablando lo justo.

De pequeño vivíamos en una casa con patio, una vez me encapriché de un pollito y me lo compraron. Un buen día cuando el pollito ya era gallo y yo no le hacía el menor caso desapareció.

Cuando pregunté por el me dijeron que se había ido volando con sus padres.

Ese día comimos pollo.

Hasta mucho tiempo después no descubrí que los gallos no volaban y por consiguiente que nos habíamos comido a Calimero.

A veces me echaba a dormir la siesta con mi padre en la cama, mi madre tenía cosas que hacer y así yo no daba guerra.

En cuanto me parecía que mi padre estaba dormido intentaba bajar de la cama sigilosamente. En muchas ocasiones él aún estaba despierto y me decía que no bajara, que había un cocodrilo debajo de la cama.

Yo le decía que eso no era verdad, y él sacaba un pie de la cama y hacia como si algo tirase de él hacia abajo. Nunca fallaba, me quedaba en la cama hasta que me decían que ya me podía levantar.

Mi padre tiene una herida en la pierna causada por un accidente de moto en su juventud. Durante muchos años creí que lo que realmente había pasado era que un burro le había mordido. Eso era lo que me contó de pequeño.

Y podría seguir, pero creo que ya es suficiente.