Llegamos al parque a eso de las doce del mediodía. Todas las mesas estaban ocupadas menos una, que por casualidad era la única que no tenía sombra.
El resto estaba lleno de papitos, mamitas y su ruidosa a la par que mal educada prole, además habían unos que decidieron amenizar la jornada con toda una retahíla de superéxitos caribeños a cual más cutre y que no pararon de sonar a todo volumen desde que llegamos hasta que nos fuimos.
Mal presagio.
Decidimos pasar de la mesa ya que habríamos muerto por insolación a las pocas horas y buscamos refugio debajo de un árbol, donde además estábamos a salvo de los bailecitos de las latin queens y los meneítos de sus respectivos kings, pero no de su música. Casualmente no éramos los únicos oriundos que habían buscado refugio lejos del sambódromo.
Decidimos seguir con el plan previsto y nos lanzamos a la pista de baloncesto, mi decepción fue grande al descubrir que la pista era de tierra. Con el segundo balón que toqué me torcí un dedo, suerte que soy un tío prevenido y llevaba esparadrapo. A los pocos minutos otro de los participantes se torció un tobillo, y es que nos hacemos mayores.
Llegó la hora de hacer la carne, en las barbacoas colindantes todo eran plátanos macho, yucas y filetes de un grosor antinatura aliñados con chorros de cerveza de lata, la consigna era trago para mí, chorro para el filete.
Nosotros optamos por la butifarra, morcilla, cordero, panceta, lo de toda la vida, vamos.
Comimos ( tuvimos que esperar a que volvieran los que habían ido a buscar pan ) y en esta ocasión decidimos jugar al veintiuno, mucho más acorde con nuestra condición física.
A eso de las seis de la tarde para casa, ducha y cura de las heridas.
Creo que no me van a volver a ver para otra como esa.
miércoles, 23 de mayo de 2007
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5 comentarios:
con lo monos que son los niños y lo buenas que están las salchicas (de todo tipo), no creo yo que fuera todo tan mal, no?
seguro que las heridas no son tan malas, aunque para compensar igual necesitas de zumos diureticos...
Yo lo que odio un huevo son los niñatos que ponen sus radios con música makinera o reguetón en la piscina mientras te echas la siesta.
Es lo malo que tiene compartir el campo, la montaña o la playa con los demás. Yo también odio la música de los demás y las barbacoas... pues en casa de algún amigo, con las comodidades cerca, sobre todo porque es que no soporto el sol demasiado.
ostias! contado así da miedo. con lo bien que se hacen las barbacoas en casa de alguien, como dice Meg. Totalmente de acuerdo.
A la próxima echaos un amigo con chalete y al jardin a hacer la barbacoa...os ahorrareis lesiones y podreis beber pelotazos al acabar.
Hablando de sambódromos entre pinares, el año pasado ví a una familia que se llevó el generador para poner la tele en plena playa de Cabo de Gata..
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