Me encanta irme a dormir y escuchar a los grillos que hay en el césped de la calle. No hace mucho que están, hará un par de semanas.
Me relaja mucho y me trae recuerdos de las noches pasadas en un camping al que iba hace muchos años.
Junto a mis hermanos y una barca hinchable bajábamos por el río para luego subir por la carretera, mientras el pequeño decía que estaba muy cansado y que se le derretían los pulmones.
Robando sandías de las huertas cercanas e intentando pescar peces con las manos. Cogiendo culebras de agua y poniéndoselas a mi madre en la espalda para reírnos hasta llorar por lo que la llegaban a asustar.
Descubriendo recodos con aguas cristalinas y volviendo arrugados como garbanzos de pasar tanto rato dentro del agua.
Tumbándonos en las hamacas y disfrutando de un cielo especialmente estrellado gracias a la ausencia de contaminación, explicando historias reales o imaginarias.
Durmiendo a pierna suelta por el cansancio y aprovechando que por la noche refrescaba dado que estábamos cerca de los Pirineos.
Por desgracia ese camping ya no existe, pero su recuerdo permanece vívido en mi memoria.
Y que dure.
viernes, 19 de septiembre de 2008
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5 comentarios:
No se me olvida que en la próxima visita me tienes que llevar a ese sitio del lago y a coger espárragos.
¿Vívido? Moñas!!!
Ay! Mi cuñado está melancólico. Si quieres, un domingo de éstos hacemos una excursión hasta el antiguo camping... el problema es que mi coche (es decir la conductora) suele desviarse siempre a los Pirineos.
Es lo que tiene vivir en la montaña que yo tengo grillos para dar y vender, jajaja...
Si tienes tan buenos recuerdos del camping seguro que no los perderás nunca.
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