martes, 26 de febrero de 2008

EL COLOR DEL DINERO

La semana pasada visité una de las entidades financieras donde tengo invertidos parte de mis millones de euros para intentar solucionar un problema que tenía con una tarjeta de crédito.

Después de explicarle los detalles, la chica que me atendía me miró con cara de estar viendo a Franco resucitado y me dijo que eso no podía ser. Ante mi insistencia de dar veracidad a los hechos acontecidos consultó con una compañera que tenía al lado, que después de mirarme con la misma cara de asombro, me dijo que eso probablemente se trataba de un fraude.

Me activaron una opción de la tarjeta que según ellas no tenía nada que ver con lo que me había pasado, pero que daría más seguridad a mis operaciones.

Me enviaron para casa con el corazón encogido, pensando que era cuestión de horas que me encontrara mis cuentas bancarias de las Islas Caimán en números rojos. Caminaba yo por la calle como alma en pena. Por suerte no hubo movimientos extraños en ninguna de mis cuentas. Utilicé uno de mis contactos para realizar la operación y me olvidé un poco del tema.


Yo después de comprobar in situ mis cuentas en las Islas Caimán


A los pocos días volvía a tener el mismo problema, esta vez en lugar de ir a visitar a las chicas de la entidad financiera para que volvieran a poner a prueba mi corazón consulté la página web de la susodicha entidad, y cual fue mi sorpresa cuando descubrí qué era lo que ocurría con la tarjeta.

Ni corto ni perezoso me dirijo a la tantas veces mencionada entidad y doy con una de las chicas que me atendieron la otra vez. Le digo que he vuelto a tener el mismo problema y me sigue diciendo que no puede ser. Ahí es donde le digo donde tiene que buscar para ver que tengo razón y cual es su sorpresa cuando descubre que no estoy loco ni soy un acosador.

Cuando intenta activar la opción descubre que no sabe, avisa a la compañera que tiene al lado y resulta que tampoco sabe, pillan a una tercera que pasaba por allí con unos papeles, le explican el caso y resulta que tampoco tiene ni pajolera.

Esto merece un momento de reflexión.

Me encuentro en la central de esa entidad, no es una oficina de barrio. Ese edificio es frecuentado por los directivos y gente ( como yo ) que maneja cuentas con muchos ceros. Se supone que el personal tiene que estar preparado para solucionar cualquier tipo de problema que puedan tener esos importantes clientes, no hace falta que hable de los beneficios que obtienen gracias a nosotros.

Era una estampa surrealista ver a las tres chicas ( no me atrevo a llamarlas trabajadoras aunque sí empleadas ) mirando el monitor como si estuvieran viendo el famoso video de Ricky Martin, la fan, y el caniche.

Al final hicieron una llamada a un número interno y les dieron la solución.

Vaya manera de acojonar a las grandes fortunas de este país.

2 comentarios:

Inés dijo...

Ay cuñado! ¿Qué te pasó con esas eficientes ejecutivas? Me tienes intrigado con eso; aunque seguramente nos estás tomando el pelo. Un beso.

Anónimo dijo...

Fue todo verdad, salvo lo de las Islas Caiman.
Por supuesto, tuve que ser yo la que le arregló el tema.


Esto te pasa, Celofán, por tener cuentas en entidades bancarias provincianas. Haz como yo y vente a Leichenstein.