LA CURA

Recuerdo que una vez de muy pequeño acompañé a mis padres y a mi abuela materna a ver a un señor que vivía en una casita perdida en un bosque. Cuando llegamos allí y salimos del coche vi que había un montón de gente, nos dirigimos hacia la casita y entramos, yo me quedé en la entrada rodeado de desconocidos con mala cara, parecían enfermos.

Me dediqué a mirar en las paredes que estaban repletas de imágenes de santos y vírgenes, collares, rosarios… todo muy místico. Al poco salió mi madre y me dijo que tardaríamos un poco en irnos, que si quería quedarme o irme al coche y esperarlos allí, dije que prefería el coche.

Hacía frío, cuando llevaba unos minutos dentro empezaron a empañarse los cristales y como me aburría me puse a dibujar con el dedo en el cristal trasero.

Cuando llegaron mis padres y mi abuela pusieron cara de disgusto, y al entrar en el coche mi padre me preguntó la razón por la que había hecho esos dibujos en el cristal, me encogí de hombros y la cosa no fue a más.

Mi madre al llegar a casa me dijo que no tenía que dibujar eso, que no estaba bien y que no lo volviera a hacer, y nunca más lo he hecho.

¿ Qué fue lo que dibujé ?

Una decena de cruces invertidas.