miércoles, 13 de diciembre de 2006

CRÓNICA DE UNA CENA ANUNCIADA ( Capítulo 2 )

Entre los machos alfa que estábamos en la barra se encontraba uno especialmente peligroso al que llamaremos Lucas.

Yo ya había coincidido con el en otra cena ( solo de hombres ), donde tuve que advertirle que dejara de tocar el culo a las chicas para luego decirles que había sido yo.

Soltero y mas quemado que el palo de un churrero Lucas enseguida hizo una declaración de intenciones; tenía que cepillarse a alguna de las allí presentes, daba igual que estuviera soltera o no, lo importante era que trabajase en la empresa ya que según el, eso mejoraría su estatus en la misma.

Entre los compañeros hay unos cuantos muy dados a reírse a costa de los demás en situaciones de esta índole, entre los que me incluyo. Con una simple mirada nos lanzamos a provocar a Lucas para que se tirase al vacío sin paracaídas.

Animado cual boxeador embravecido por los gritos de sus entrenadores en la esquina, Lucas se lanzó al cuadrilátero en forma de pista de baile en busca de su víctima.

La estampa era digna de un documental del Discovery Channel donde nuestro machito, amante del reggaeton y de perrear ( palabra muy utilizada entre los que dominan ese arte ) se contorneaba y retorcía alrededor de las chicas.

Ellas en una actitud que he experimentado ya varias veces en otros saraos similares parecían aceptar de buen grado los sobeteos y tocamientos del machito ( en este caso nuestro púgil Lucas ), pero en cuanto se podían escapar de sus ocho manos se acercaban para decirnos que se estaba pasando y que les daba asco que las tocasen de esa manera. En lugar de decírnoslo a nosotros, díselo a él guapa.

Lucas estaba exultante, de vez en cuando se acercaba para informarnos de sus logros mientras nosotros íbamos escuchando los lamentos y quejas de las chicas convertidas en marujas escandalizadas y puritanas.

Después de ir proponiendo a la mayoría de las chicas el acompañarlas a casa y siendo rechazadas sistemáticamente todas las ofertas, Lucas decidió que todas eran unas estrechas, a lo que los compinchados añadimos el adjetivo de calientapollas.

Poca cosa más digna de mención, a los jefes no te podías ni acercar, ya que te taladraban la cabeza con temas laborales y te enterabas de cosas de las que mejor no tener conocimiento, rencillas entre las altas esferas que en nada te benefician y en la mayoría de casos hasta te perjudican.

Otros se empeñaban en invitarme a copas por más que me negase, escupiéndome en la oreja cada vez que lo hacían.

Algunas se acercaban a mí con una mirada sugerente mientras me cogían la mano con intención de bailar, pero yo respeto mucho a los maridos y novios de las compañeras y a mi mismo, no soy Lucas.

Nos fuimos retirando poco a poco y el siguiente día de trabajo hice lo que más me gusta hacer después de una cena de empresa, que es decirle a todo el que no fue y me pregunta que tal estuvo que hubiera venido y lo sabría.

4 comentarios:

Eremita dijo...

Que parecidos somos los seres humanos, en todas las empresas hay lucas, calientapollas, jefes pesados, rencores, etc...

Menos mal que las cenas de navidad solo se hacen una vez al año.

Lara dijo...

¿"Eso" mejoraría su estatus en la empresa? Pues yo no estoy muy segura de ello.

Mikel dijo...

jjaajasjasjsujasu si es que en el fondo todas las cenas de empresa son iguales!!

FRAN dijo...

Pero mete a las que puedas nen! las casadas son ellas no tú.

Yo no voy a la de mi "empresa" paso de ir de putas luego.

FELIZ NAVIDAD