Viendo que mis dos últimos posts rezuman homosexualidad por los cuatro costados, he decidido cambiar de tercio y hablar de la primera y última vez ( de momento ) que visité un prostíbulo:
Un verano de hace ya unos años salimos unos cuantos amigos de juerga, pero resultó ser un día entre semana donde todos los sitios de nuestra ciudad estaban cerrados.
Y a alguien se le ocurrió que podríamos ir a tomar una copa a un club que se encuentra cerca de Castelldefels y del que un compañero del trabajo le había hablado maravillas.
Nos encaminamos al club en cuestión y en la puerta nos encontramos con dos armarios roperos que hacían toda la pinta de pertenecer a alguna mafia del este, nos miraron de arriba abajo y nos dejaron entrar ( yo pensé que primero nos cachearían, como en las películas ).
No había mucha gente ( clientes ) pero chicas las había de todos los tamaños y colores. Además eran como las Barbies; había enfermeras, dominatrix, profesoras, animadoras, amas de casa, tigresas…
Nos sentamos en la barra y nos pedimos una cerveza ( los precios eran prohibitivos ), algunos empezaron a interactuar con las chicas ( parecía que no era la primera vez que visitaban un club de alterne ) y yo me quedé clavado en el taburete. Cuando se acercaba alguna jamelga, le decía que no perdiera el tiempo, que yo no estaba por la labor, aunque hay que reconocer que las chicas eran muy cariñosas y zalameras.
La mayoría de mis colegas tonteaban y nada más, pero hubo uno que estaba preocupado porque no llevaba suficiente dinero para acompañar a una negra que era más alta que yo ( y que estaba buenísima ) a su dormitorio para ponerle un supositorio de penicilina.
La cosa se fue desmadrando y hubo quien se dedicó a regatear precio con las gachís, a salir y entrar del local para vete tu a saber que, y a conversar con los armarios roperos de la puerta. Yo seguía sentado con mi cerveza y observando con cierto temor, ya que algunos empezaban a desmadrarse.
Cuando ya pensábamos en irnos de allí, el colega de la negra ( que seguía comiéndole la oreja ) vino hacia mi y me dijo si podía hacerle un favor.
Como era de fiar le dije que sí, y me pidió 2.000 pesetas ( aun funcionábamos con pesetas ) para darle las buenas noches a la negra en cuestión, a lo que yo accedí a condición de que me las devolviera.
Después de hacer la recolecta ( creo que el precio era de 6.000 pesetas ) se fue cogido de la cintura de la chica ( el amor es lo que tiene ) a la zona donde se encontraban las habitaciones.
Los demás esperábamos como si de un parto se tratase. Cuchicheábamos y fantaseábamos con lo que le estaría comiendo.
Cuando se produjo su vuelta todos rompimos en una ovación improvisada y sincera hacia el campeón.
Volvimos cada uno a su casa y al día siguiente le conté la anécdota a mi señora esposa, con la que bromeé de la pasta que me ahorraba cada vez que jugábamos a los médicos, aunque a la larga es mucho más caro que visitar de vez en cuando un burdel, os lo aseguro.
sábado, 16 de septiembre de 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
jajajajaaaaaa
recuerdo al día siguiente que os vinisteis a casa y el muy capullo aún no se había lavado las manos para hacerme oler el olor a mulata. guarro como el agua de fregar. Mi mujer no daba crédito a la historia.
jua jua juaaaa....sexmachine. Eso es lo que llamo yo ir a tiro fijo...
¿Que es más caro? Mi no entender.
Besos.
Desde luego... ir a esos sitios sin mí para cotillear...
Vaya perlas estais hechos, cabrones... jajaja
Publicar un comentario