Sesión numerada, algo que no me gusta nada, pero que le vamos a hacer. Le pido lo que les pide todo el mundo en estos casos, que me la de por en medio pero ni muy hacia adelante ni muy hacia atrás. Soy el primero en entrar a la sala, de fondo suena algún politono regetón, busco mi butaca y me siento, no está nada mal, la chica me ha dado un buen sitio.
Empiezo a ojear la revista donde se habla de los estrenos de la semana, leo algunas curiosidades sobre la que voy a ver mientras empieza a llegar más gente. Un grupo de ocho o nueve chavales que no superan los dieciséis años se sientan justo delante mío. Empiezo a acordarme de la familia de la taquillera, los chavales están armando un buen follón, decido esperar a que empiece la película antes de decirles nada.
En mi misma fila pero tres butacas hacia mi derecha, se sientan dos hombres ( lo digo por la edad ) que no han leído el famoso letrero que nos advierte de que no podemos acceder a la sala con productos alienos a la misma, ya que vienen provistos de coca-colas de lata además de un buen cargamento de ganchitos dentro de sus respectivas bolsas de ruidoso celofán.
Todo esto antes de empezar la película, estoy descorazonado, parece que los únicos que han venido con la meritoria intención de ver la película ( como yo ) son una pareja de abuelos que se sientan en la fila de detrás, casi al final, y que por su apariencia debieron ver la versión original en su año de estreno que fue el 1.933 y ahora quieren ver que tal les sienta una nueva versión de algo más de tres horas.
Empieza la película, para mi sorpresa los que tengo delante dejan de lanzarse palomitas entre ellos y de pasarse politonos con los móviles y se callan. Sorpresa agradable, ya que pensaba que iba a acabar mentando a la madre de alguno de los zagales.
Por otro lado los dos tunantes que tengo a mi derecha se han acabado el cargamento de ganchitos durante los consejos publicitarios y ya solo queda el tufo que duró hasta que salí del cine y creo que me acompañó hasta casi llegar a mi casa.
Y de los abuelos me olvidé rápidamente ya que creo que no se hablaban entre ellos, demasiados años juntos.
Empieza la película, todo va bien ( salvo el tufo a ganchito ) hasta que llegamos a Skull Island, en aquel momento empieza a sonar un móvil.
Empiezo a mirar a un lado y a otro, en la sala no somos más de 30 personas, y descubro que el abuelete inofensivo de la fila de atrás esta hablando por el móvil, comenta que está en el cine con su mujer...
Parece que acaba de dar las explicaciones pertinentes a su interlocutor y todos nos volvemos hacia la pantalla. A los cinco minutos vuelve a sonar el móvil... Otra vez el abuelo, yo pensaba que ya lo habría parado pero resulta ser que no. Nadie debe haberle dicho que cuando uno entra al cine tiene que apagar el móvil.
Hasta los chavales que tengo delante se miran con mala cara al abuelo, ¡ quién lo habría dicho !
Por suerte el móvil no sonó más y pudimos disfrutar de la película con toda tranquilidad. J-vol habría acabado de los nérvios, suerte que no vino conmigo.
sábado, 17 de diciembre de 2005
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2 comentarios:
Por cosas como esa me monté lo que me monté en casa.
A la primera llamada ya le hubiese dicho algo, seguro.Lo estoy leyendo y ya me estaba entrando mala leche...
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