Hace un día estupendo. Paseo por un prado lleno de flores que forman un hermoso mosaico multicolor, la temperatura es ideal , y una ligera brisa recorre la ladera.
Me acerco a un precipicio que me ofrece una vista estupenda de un gran valle atravesado por un río y con la mirada sigo sus meandros que se pierden en el horizonte, no puedo resistir la tentación y me lanzo al vacío.
Expulso todo el aire de mis pulmones y empiezo a caer a una velocidad de vértigo, el suelo se aproxima rápidamente y cuando estoy a poca distancia de él cojo aire y remonto el vuelo.
Aguanto la respiración tanto tiempo como me apetece, en mi sueño la respiración sirve para decidir a la altura que quieres volar. Acompaño a una bandada de pájaros en su vuelo disfrutando de su compañía y me pierdo en el horizonte, siguiendo los meandros del río, y quién sabe si hasta el mar.
Y es entonces cuando mi subconsciente me dice que lo que estoy haciendo no es posible más que en los sueños, y me niego a despertar, quiero disfrutar un poco más de uno de los anhelos más antiguos de la humanidad. Volar.
sábado, 5 de noviembre de 2005
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